Raychel Carrión Jaime: Maldecir y sanar. Por Anamely Ramos.
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23 septiembre, 2020.
De repente comenzaron a aparecer los dibujos de Raychel. Fue un aparecer, literalmente. Porque emergieron desde el centro, como emergen los illuminatis. Lenta fue la recepción de la gente, no solo por el tiempo natural que tarda la información en circular y viralizarse, sino por el ritmo extraño que introduce el arte en la intimidad de cada cual.
Hay un tipo de arte que nace ya acogido, un arte de cuna, pudiéramos decir. Pero hay otro que viene expulsado, seguro. Tal es su fuerza centrípeta, que esa vocación de irrupción se expresa en la distancia interpretativa que establece con los demás y que termina por descolocarles. Obras que no están ahí para ser entendidas, que no están ahí para que entendamos nada: son el dolor y la gracia infinita unidos. Materialidad híbrida, transida.
Pero para funcionar, la exaltación de la gracia, lo que ha sido dicho y escrito, debe abandonar este tono sublimado y parecerse más al ritmo de todos los días, al sentido común que nos mece. Los budistas darían otra solución, tal vez, la solución del fluir como el funcionar verdadero, que insufla la cotidianidad de sentido. Pero, ¿y el desastre? ¿Y los dolores de los demás? ¿Y la vanidad, que me hace débil, pero solo después de que me ha hecho fuerte?
¿Podemos acaso luchar sin la presencia de la vanidad, un poco aunque sea, esa cuota que nos permita decirle al poder «no pasarás por aquí, búscate otra víctima»? Una mirada que no es más que otra forma de materialidad, como mismo lo es el arte expulsado. Una materialidad maldita. Es El presidio político en Cuba, de José Martí. Es el Vete de mí, de Bola de Nieve. Es el expresionismo amoroso de Antonia Eiriz, que te hace temblar y huir pero sin deprimirte. Te empodera. Como empoderan los dibujos de Raychel.
No tengamos miedo de ver en nuestros congéneres la genialidad y la belleza. Esos destellos aseguran que lo que viene ya lo hemos arrebatado al desastre, ya lo hemos salvado de alguna manera. ¿¡Quien no tiene miedo de lo que pasará con Cuba!? Pero hemos llegado a un punto en que el miedo es menor que el deseo del salto. Alas frente al vacío. Otra materialidad sanadora. Otro aparecer. Otro ángel terrible.
( Imagen: Argos. Serie Unión Falangista )
Series de dibujos & represión serial
Lo que sigue es un registro de inmundicias, dignidad en jirones, válvulas de escape. La olla de presión sigue pitando y lo preocupante ahora sería una implosión. No podemos permitirlo, hay que pasar del drenaje a la erupción.
Ignominia
( Imagen: Amanecer. Serie Ignominia )
La primera sensación es de deshonor, de que estamos perdiendo caché, como decían lo viejos. Y lo más terrible es que esa sensación no los señala solo a ellos, los represores, sino a todos. Puede parecer una locura, pero el lenguaje policial se pega, como el presidio o la farándula. Y lo que estamos viviendo en Cuba ahora mismo es una mezcla de los tres.
Como grandes ovnis, el poder ha conseguido aparecer tanto que hasta la naturaleza parece viciada de prohibiciones, de ideología. Playas idóneas, palmeras de izquierda, aires de continuidad.
Cuando estás frente a ellos es muy difícil mantener la claridad y la frescura. Algo se joroba. Con razón la madre de una amiga le decía que no solo sentía miedo por las represalias de las que podía ser víctima, que ella no quería que la tocaran siquiera con el pensamiento, porque ya a partir de ahí hay algo que se precipita a la ignominia.
Muchos hablan de daño antropológico. No me gusta el tono determinante de esa expresión, pero está claro que ese sistema de lealtades corruptoras que han instaurado por tantos años envilece el alma.
Jaws missing
( Jaws Missing. Serie Jaws Missing )
Un sopor cansino lo alcanza todo y se superpone a la pandemia. La cotidianidad ya no existe, al menos no como la vivíamos hace unos meses. El desencanto hace mella en las partes y las deforma, primero imperceptiblemente, pero luego con saña. Cuerpos que son ruinas.
Los monstruos al menos expresan la creatividad de mezclar elementos aparentemente imposibles; estos no son monstruos, son productos defectuosos, merma. Se vuelven unos contra otros, solo algunos miran de frente al que los aqueja. ¿Vengadores acaso? Tal vez. Pero la parte monstruo no es suficiente para hacerlos pasar de la caída a la transfiguración.
Ostrakon
( Imagen: Ostrakon No2. Serie Ostakon )
En medio de tales desatinos el mayor de todos es esa renuencia a perder lo que ya se perdió. Esto ya se cayó, lo que hay que hacer es creérselo.
Pero el poder también tiene la capacidad de enfantasmarse, de emborronar cuartillas, con el fin de convertir todo en un triunfo falso: pandemias hospitalarias y vacunas soberanas. Bombo y platillo para el desastre y muchas palabras vacías, fuera de lugar. El ostracismo comienza con una restricción y se vuelve un hábito.
«Si está bien dicha, está bien usada (o al revés)», me dijo un amigo que solo tiene cuarto grado. ¿Será? De espaldas a una realidad que se niega a ser nombrada, la palabra también se resiste a salir a la luz y solo pueden echar mano de ella los que perdieron el escrúpulo o los que están dispuestos a perderlo. De tanto verse acorralada, la palabra se ha replegado y cuesta mucho seducirla para que vuelva al ruedo y les recuerde a los que vejan que el que no tiene corazón no debe ir a la guerra.
Artemis
( Imagen: Divinidad. Serie Artemis )
Al Ministro de la Industria Alimenticia se le ocurrió decir algo así como que repartirían vísceras procesadas de animales decrépitos. El dominio total también se ejerce soberano sobre el cuerpo de la naturaleza, tanto que de repente comemos el resultado de otro desecho oscuro. Carroñeros se han vuelto, en cada vuelta de la esquina podemos encontrarnos a sus víctimas desmembradas, abandonadas a la buena de Dios. Pasemos de largo en el camino hacia un lugar mejor, no caigamos en la tentación de remover sus restos.
Extenso
Carreteras vacías, encuentros que después son olvidados, una línea que se extiende expectante, la tipicidad que no existe. ¿Será que algún día esas carreteras nos conducirán realmente a un país distinto, a un espacio de luz?
Qué misterioso es el amor: a veces nace en medio de la pertenencia y otras, emerge justo en el lugar donde te sientes un intruso. El amor no cree en la propiedad, él descubre, desbroza y conquista.
Sharing
( Imagen: Las puertas. Serie Sharing )
Nuestra vida es ácida, como nuestro vino.
A veces todo se reduce a unos cuantos memes que nos hacen más llevadera la precariedad, pero la tragicomedia es apenas una variación de la tragedia, que ya demora demasiado tiempo en la escena. Si seguimos así, corremos el riego de comernos nuestros propios órganos, como las tortugas.
También están los Órganos de la Seguridad del Estado y la Policía Nacional Revolucionaria y las tiendas MLC, sus tres mejores soldados ahora mismo.
¿Cómo enfrentarlos?
Necesitamos aferrarnos a lo que ellos no tienen, rostro. Plantarles cara, literalmente. Y hablar. Y escuchar. Y hasta oler. Nuestra humanidad tiene que ser suficiente, aunque en el comienzo la conexión que logremos crear esté plagada de dolores, resentimientos, deseos de venganza o de protagonismo. ¿Dónde está el modelo para salir del laberinto? Caminar serena, en una misma dirección: alejarse cada vez más del minotauro.
No es mentira que el mal no puede durar cien años, la sabiduría de la cultura popular no nos abandona. Consigamos convertir nuestras ansiedades en acciones. Tenemos que repetir cada mañana antes del método del café: vengo a traer fuego a la tierra y quiero que arda.
¿Donde estás Raychel Carrión?
Raychel me mando un audio largo para explicarme con pormenores cómo y por qué hacía sus dibujos. El audio en sí es una obra. Raychel es un artista metódico. El método viene desde cómo prepara y toma el café de la mañana. El método del café. Además, Raychel se fue de Cuba hace nueve años, se mudó a un pueblo del siglo IX llamado Albarracín, concentró su energía de negro irreverente con el poder y dócil con el amor en ese entorno medieval y apuntaló la tendencia ritual de su experiencia artística mirando esas calles y recordando el ambiente cerrado y a la vez laxo de su Cuba inicial.
Se rió muchas veces. De eso estoy segura. Para llegar al desgarro que se experimenta ante estos dibujos hay primero que reírse mucho, y quien dice reír dice distanciarse, para conseguir llevar a la mano, y a la mente que mueve la mano, una experiencia visceral de rechazo y obliteración. No hablo de un juego, hablo de una metamorfosis, como una fotosíntesis almanziana, un purgar, pero más que purgar, un rito de pasaje. Por eso los dibujos caen por su propio peso en el centro de nuestra realidad.
Hace once años Raychel caminaba por las calles cubanas, normalmente. Un policía nacional revolucionario lo paró para revisarle sus pertenencias. En menos de cinco minutos todas sus cosas se hallaban desparramadas por el suelo, en una parada; impúdicamente expuestos, sus cosas y él. No había razón para este atropello, pero se trataba de un negro con esos pelos raros, mochila grande y con una laptop adentro, sin propiedad. Problema.
¿Qué haces tú con una laptop? Hay preguntas que contienen en sí todas las respuestas. ¿Cómo responder a esas preguntas incriminadoras del poder? ¿Ralentizando las emociones, tal vez?
Unos años antes, en 2007, Raychel había caminado como en cámara lenta en medio de una marcha del 1 de mayo. La obra se llamó Fallas de origen. Bajarle el tempo a nuestro falso nacionalismo, pero en medio de la gente, para hacerlo de verdad, por contraste, y también porque hay que educar haciéndolo de otra manera. Educando y purgando la energía colectiva sobrevivió.
Silverio Portal Contreras, preso político que hoy languidece en una cárcel cubana, visitaba los edificios destruidos de La Habana y buscaba maderas preciosas entre ellos. A veces las vendía a los artesanos y algunas de ellas las convertía en tallas de sus antepasados. Un día arrastró cadenas dentro de unos de estos edificios y exigió por los derechos humanos violados sistemáticamente en Cuba. Raychel peregrinó también por las ruinas de la ciudad, llevando flores al espíritu que todavía se respira en estos espacios, girasoles. Era su obra Inespacios.
Hay coincidencias que se instalan en la historia y abren el tiempo, devienen resquicio para las salidas emergentes, el instante de peligro que contiene posibilidades no antes imaginadas.
Yo, en este momento, escribo desde una estación de policía. Más bien desde el frente de la estación de policía que llaman punto 30, Cuba y Chacón, en La Habana Vieja. Llueve a cántaros, así que dejaré de escribir en breve. No me dejan entrar. Hace mucho que ya no quieren hablar conmigo cuando voy a interceder por los amigos detenidos arbitrariamente. La palabra se ha convertido en un lujo en este país, un lujo que te saca los ojos. Hablo igual, hasta con los ojos hablo.
Pienso en Raychel y sus pertenencias tiradas por el suelo, pienso en los ojos de Silverio Portal, en la boca de Maykel. Trozos de vida avasallada.
Pienso en mi amigo, que fue detenido por poner música.
Todos negros.
No sé si soy negra, pero no importa, porque lo soy.
Hay respuestas que pueden contener también todas las preguntas.
¿Por qué vas a la estación de policía, Anamely?
Porque soy negra.
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